jueves, 19 de junio de 2008
No se trata de una novela de ciencia ficcion, no encontraras maquinas futuristas ni rascacielos con una belleza deslumbrante, es mas, probablemente lo que distes por hecho que estaba en un lugar en un abrir y cerrar de ojos probablemente no este.
Anna Blume cuenta, en una carta a su novio, enviada desde una ciudad sin nombre, lo que sucede en "El país de las últimas cosas". Anna está allí para buscar a su hermano William, y describe una tierra en la que la búsqueda de la muerte ha reemplazado a los avatares de la vida: las clínicas de eutanasia y los clubes para el asesinato florecen, mientras que los atletas y los corredores no se detienen hasta caer muertos de cansancio a la par que los unicos con el valor suficiente simplemente saltan. Los vendedores ambulantes estafan con narajas rellenas de serrin y hablar de tiempos mejores puede ser devastador para uno mismo, no hay cabida para la esperanza, ya que esta es una de las amenazas mas grandes imaginables en "El pais de las ultimas cosas"
Por medio de esta novela, Auster nos adentra en un país fantasmal, habitado por los descendientes de los indiferentes de Dante que, a falta de bandera, siguen persiguiendo las cosas que antes podían sencillamente comprar y por las que ahora deben hurgar en la basura. Los consumidores han terminado en hurgadores, buscando lo que ahora precisan donde antes arrojaban aquello que, una vez agotada la compulsión del deseo inducido, les resultaba inútil. El unico trabajo por llamarlo asi que podria existir es de recoger basura o de asesino cosa que para esto ultimo deberas matar a tu propio asesino previamente contratado
La ciudad está totalmente rodeada por los crematorios; sus calles son recorridas por los camiones de la muerte y los fecalistas recogen los desperdicios con que funcionan las usinas de energía: Aquí la mierda y la basura son bienes importantísimos y, con los recursos de carbón y petróleo descendiendo a niveles alarmantes, éstos son los que nos proveen de gran parte de la energía que aún somos capaces de producir . En el país de las últimas cosas, en el país de la Modernidad última, el progreso se ha vuelto una postergación apenas del retroceso y el hombre un mísero yacimiento, un mero productor de mierda con que alimentar las usinas, esos vestigios de aquel progreso futuro que ya es pasado